Tres, litro de cerveza en mano, te dan la bienvenida en la puerta adornada con otras tantas vacías. Dos más, acomodados en una de sus estancias, te miran con la desconfianza lógica que se tiene de aquel que ha entrado sin llamar en tu casa. Incluso uno más, que ni bebe a morro ni mira receloso, a este se lo ha llevado Morfeo y a pierna suelta pone con sus ronquidos la banda sonora al malogrado enclave.
Podría ser una escena de ficción, un rincón digno de cualquier novela negra, pero no lo es. Es Triana, concretamente, el Zurraque, la Plaza donde cada tarde se reúnen y hacen suya aquellos que no tienen donde ir, que entre litro y cigarro ven pasar el tiempo, que aprovechan cualquier aparcamiento para, como alma que lleva el diablo, correr para lograr el próximo euro de un conductor poco entrenado en las artes del escapismo del gorrilla. Un euro, y vuelta a empezar. Tienda, litro, trago, parque…
Es la estampa que cada tarde se vive en una zona que ya está vetada para los vecinos, por la que ya no se puede pasear al perro, donde no tienen cabida las risas de los niños. Pero sí los sin techo, los cartones en el suelo, la suciedad que se acumula… Cierto que no hace demasiados días se llevaron a cabo podas en la zona, pero ¿sirve de algo despejar el cielo si lo que hay debajo es eso?
Un problema real que se vive día a día y ante el que nadie hace nada. Nadie limpia, nadie controla, nadie vigila, nadie cuida. Un problema que, además, no es achacable a una sola zona. Hablamos del Zurraque, pero podríamos hacerlo de San Martín de Porres, de Chapina, de las Aceituneras… Rincones de Triana que han caído en el olvido, donde parece que para las autoridades es más fácil mirar hacia otro lado que tomar las riendas, desalojar, limpiar y, por supuesto, ayudar a aquellos que posiblemente sin más opción han hecho de esos enclaves sus hogares.
¡Qué bonita San Jacinto cuando brilla el sol! ¡Qué lujo calle Betis cuando cae la noche! ¡Qué pena que el resto de Triana esté abandonada!
R.T.