Al pasar por la calle Castilla, a la altura del Callejón de la Inquisición, se levanta un monumento de un niño con el horno puesto, sobre una cúspide de azulejos de colores que se remata con frases típicas del cancionero trianero. Caracterizado por su sencillez y modernidad, muchos no lo sabrán, pero este monumento ensalza lo mejor de un barrio, su tradicional dedicación a la alfarería con el cante flamenco.