La mañana estaba para rendirse a los colores y a las luces del arrabal. La temperatura ideal, el cielo limpio y las calles con un rumor de nervios entre caballos de pelaje brillante y sombreros con cintas verdes. Triana partía hacia El Rocío y su barrio, ansioso, esperaba como un niño el destello de la plata en la carreta del simpecado.
Una vez culminado el traslado en Rosario de la Aurora del simpecado desde la calle Evangelista a Santa Ana, donde se ha realizado la misa de romeros, las puertas de la Catedral de Triana se abrían para que el simpecado entronizado en la carreta de plata de la Hermandad del Rocío de Triana comenzara su camino hacia las marismas.
El numeroso grupo de los caballistas abría camino en una calle Pureza repleta de curiosos que querían desearle buen camino a la sexta hermandad más antigua que se planta a los pies de la Blanca Paloma. Volantes y sombreros se hacían hueco en la muchedumbre entre un aroma de romero y flores. Avanzaba poco a poco, como no queriendo marcharse del arrabal, la carreta de plata que portaba el simpecado recién restaurado. Tan verde como el primer día que partió camino a las arenas en 1936, una vez dada la última puntada en oro.
Con un barrio vibrante, el simpecado llegó a las puertas de la Capilla de los Marineros, con la puerta totalmente abierta para recibir a los romeros. La Esperanza de Triana con la luz de la calle Pureza iluminándola recibía a la carreta de plata, cuyos bueyes se giraron para poner a Rocío y Esperanza cara a cara. Marisma y mar mirándose a los ojos en una calle repleta de pureza.
Allí llegó el éxtasis, cuando tras el rezo de la salve por toda gente presente y los vivas proclamados por el hermano mayor a caballo aclamados por toda la calle, comenzó una lluvia abundante de pétalos sobre la carreta de plata procedente de las terrazas que custodian la espadaña de la capilla de la corporación de la Madrugá. Aplausos y más aplausos para despedir a la carreta mientras la banda tocaba ‘Esperanza de Triana coronada’.
Mientras, a lo largo de toda la calle San Jacinto las carretas vestidas de flores de colores y cortinas de lunares aguardaban preparadas y en orden que la carreta de plata enfilara San Jorge para seguirla hasta El Rocío. Pasó el simpecado por un Altozano que era un clamor. Con el sol casi en lo alto del cielo, la plata relucía como un faro en un mar de cabezas atentas que colmaba la plaza. Tras el baño de amor de su barrio, la carreta siguió entre sevillanas y marchas por Castilla, recibiendo el cariño de las hermandades de La O y El Cachorro hasta marcharse por los confines de Sevilla rumbo a los caminos de arena y pinos.
El sábado por la mañana, con la alegría en su máximo exponente, se presentará ante la espadaña blanca de la ermita para arrodillarse ante la Blanca Paloma. ¡Os esperamos a la vuelta, vecinos! ¡Buen camino!
Miguel Pérez Martín