Cerró sus puertas en 1995 y con él se llevó una leyenda que durante años estuvo viva en Triana. Hablamos del Fantasio, un cine supuestamente habitado por un fantasma aficionado a las películas en nada más y nada menos que la calle Pagés del Corro.
Una sala que en los años 90 se convertía en el cine más familiar del arrabal, sobre todo por lo económico. Una manera de disfrutar de la gran pantalla sin cruzar el río. Tan fuerte llegó como se fue, dejando a sus espaldas toda clase de historias de ruidos extraños y otros sucesos raros que tenían lugar en el edificio. Hablaban de un fantasma en las viviendas que se alzaban sobre el cine.
Un rumor, una leyenda que se extendió entre los trianeros y que hizo que la acera frente al cine estuviera casi siempre llenas de curiosos que esperaban ver al espectro, alguna luz en sus ventanas, algún sonido de cadenas arrastrando o alguna suerte de grito fantasmagórico que les helara la sangre. El aspecto del edificio invitaba a soñar con lo que cada uno quisiera: con aspecto de abandono, sus persianas descolgadas y escombros en la puerta. De novela de Stephen King. Solo un fantasma era capaz de vivir allí.
Se hablada de ruidos sospechosos, quejidos, alaridos, luces extrañas, presencias, incluso lanzamiento de ladrillos. Sucesos descabellados que, igualmente, tenían un sinfín de explicaciones, a cada cual más descabellada: el lugar había sido un cementerio romano, allí San Fernando mató a muchos árabes, un convento donde asesinaron a una monja, un pelotón de fusilamiento durante la Guerra Civil…
El edificio del cine Fantasio estaba encantado, eso era así. Estaba ‘probado’. Y las historias, para más inri, se alimentaban con los habituales de un bar que estaba justo al lado del edificio y que no dudaban en dar rienda suelta a la imaginación, haciendo propias las historias más terribles. Historias que, no obstante, no eran ciertas.
Por mucho que rompa con el encanto que conserva el lugar en la memoria de muchos de nosotros, la realidad era bien distinta, o al menos a esa conclusión llegó el investigador García Bautista en el año 1992. Al parecer, el propietario del cine Fantasio y del edificio donde supuestamente campaba a sus anchas el espíritu decidió arreglarlo para que sus hijos se marcharan a vivir allí. Unas obras que transcurrieron con total normalidad porque la razón de los rumores era mucho más sencilla: una promesa incumplida, una discusión entre ‘amigos’, y un rumor malintencionado con fines poco lícitos.
Todo comenzó un buen día que el propietario del inmueble decidió arreglar para sus hijos el edificio y, además, le prometió a su buen amigo el dueño del bar uno de ellos.
No obstante, pasado el tiempo el propietario decidió vender los pisos y el propietario del bar reclamó su regalo, a lo que su gran ‘amigo’ le dijo que donde dijo digo decía ahora Diego, y que hasta más ver. El propietario del bar, entonces, se sintió engañado, por lo que decidió sabotear la venta del inmueble filtrando todo tipo de rumores sobre el edificio, que no tardaron en calar.
Una venganza, en definitiva, que terminó con el cierre del cine, que no se puede decir que cerrara por los rumores, a pesar de todo. De hecho, fue la caída económica de la cadena propietaria de la sala la que provocó su cierre, dejando para el recuerdo poco más que rumores.
La venta del cine y el cambio de propietario en el bar acabó con la historia que durante años atrajo a miles de curiosos y que, a pesar de que la verdad salió a la luz, aún hace que aquellos que pasean por la acera de enfrente y han sentido, visto, sufrido, temido o, al menos, oído la historia de aquel edificio habitado por un fantasma levanten la cabeza y piensen en ese fantasma que cautivó a los trianeros.