Cuando te enfrentas a un nombre de gastrobar que es Al-Andalus, quizá por pensar que el nombre vaya en consonancia con lo que sirvan, imaginas que habrá toques árabes. Pero en este caso no. Aquí parece que Al-Mutamid se haya liado la manta a la cabeza a lo Willy Fog y nos quiera traer un poco de Oktoberfest, un poco de veraneo en Conil, un paseíto de pinchos por San Sebastián y una tarde entre el bullicio de las calles de Tailandia cuenco de wok en mano. Popurrí de naciones, que al final no se aleja mucho de lo que la Al-Andalus idealizada fue.
Una vez asumido que aquí no va a haber pastela ni hojaldres de Marruecos, nos enfrentamos a una carta variada no solo en comida, sino también en cervezas. En Al-Andalus (Vicente Flores Navarro, 18) amablemente nos atienden, porque aquí el servicio es atento y, la verdad, muy rápido. Decidimos comenzar con una de las tostas, la de lomo de orza con paté artesano, y la verdad es que es un buen aperitivo con un equilibrio de sabores. La única pega sería la definición quizá, pues puede que asociemos a veces el concepto tosta a un pan completo y aquí son como cuatro canapés para comer en dos bocados.
Para continuar, tres platos. Por un lado el risotto negro con alioli, que viene en modo torre y que es de esos de los que te comerías un plato. No está seco ni apelmazado ni hay un abuso de esa nata que suele acompañar erróneamente a los risottos -cuya untuosidad debe venir dada por el propio almidón del arroz ligando el aceite o mantequilla con los jugos de los alimentos-, y el alioli es suave y fresco para equilibrar. Por otro lado pedimos la carrillada al Pedro Ximénez, y aunque es correcta, no creemos que sea el mejor plato de la carta. Aunque la carne se deshace como mantequilla, la salsa quizá peca de estar demasiado líquida. Lo que decimos: correcto, pero no engancha.
Eso sí, podemos decir que la Salchicha gigante alemana es un éxito. El plato más alemán de la carta está muy bien hecho y la calidad de la salchicha es sobresaliente y perfecta para acompañar con las cervezas internacionales y nacionales que se sirven en este gastrobar. Alguien puede decir que hasta un mono amaestrado puede hacer bien una salchicha, pero en los tiempos del «todo a la carrera» y del «así mismo está bien», se agradece que se cuiden hasta los platos que puedan parecer más sencillos. Y por cierto, con patatas caseras, un punto muy a favor.
Para la segunda ronda de bebidas y rematar la comida, decidimos pedir otra «tosta», en este caso de anchoas con pimientos, que es correcta -también es verdad que las tostas cuestan todas 3 euros, tampoco vamos a poner muchas pegas-. Hay que decir que tienen muchas tostas con quesos variados que quizá sean las mejores, pero compartimos mesa con un insensato al que no le gusta el queso, así que tenemos que resignarnos. Y por último, ya con el buche casi lleno y buscando un plato en el que la verdura esté más presente, pedimos el Wok de verduras con pollo braseado. Y muy rico, con las verduras sin pasar conservando la textura un poco crujiente y sin el exceso de aceite del que suelen pecar este tipo de platos.
Con la cuenta nos llega también una sorpresa, ya que aunque somos cuatro y hemos pedido bebida de importación -que suele elevar el precio-, nos sale por poco más de 11 euros por cabeza. Lo que nos parece un más que razonable precio, barato incluso teniendo en cuenta lo consumido. Un lugar el Al-Andalus en el que poder probar un poco de todo y disfrutar con amigos de un buen día en un ambiente agradable. Si este Al-Andalus no es tan morisco como pensábamos, tampoco nos importa demasiado.
Miguel Pérez Martín