Juana García ha sido una de las Trianeras Adoptivas de la Velá 2021. Hablamos con la ginecóloga sobre Triana, medicina y mujer.
Juana García (San José de la Rinconada, 1955) lleva décadas atendiendo a las mujeres, una vida dedicada a ellas desde la ginecología. Desde su preciosa casa en la calle Pureza ha ayudado a muchas trianeras desde los tiempos en los que la planificación familiar ni siquiera existía como tal y era algo casi perseguido. Los que la conocen, hablan de ella como «una gran mujer que ha hecho mucho por Triana». Hablamos con ella del arrabal, pero también de la atención sanitaria a la mujer, de los avances y, también, de algún retroceso que le preocupa en la independencia de las mujeres.
Pregunta. ¿Cómo llegó a Triana y en qué aspectos ha influido el arrabal en su vida?
Respuesta. Llegué con unos 14 años porque mi padre era el comandante del puesto de Triana de la Guardia Civil, así que viví en la Cava de los Civiles. Para mí Triana ha sido mi vida. Aquí viví mientras estudiaba y aquí conocí a mi marido, en San Jacinto con los grupos de Miguel de Burgos y Pedro León. Mi vida entera está alrededor de Triana. ¿Qué ha hecho Triana? Pues todo. Mis hijas nacieron aquí (una de ellas es maestra en el Colegio San Jacinto) y mis nietas también.
P. Mucho tiene que quererle un barrio para que la adopte. ¿Cómo ha recibido el reconocimiento?
R. Yo no me lo creía, creía que me estaban tomando el pelo. Es un barrio muy especial, formas parte del barrio rápidamente. Pero además con la particularidad de que te dejan vivir tu intimidad, aunque te pregunten por la calle o en un supermercado si tienen un problema, pero no es un barrio agobiante. Cada uno tiene su idiosincrasia y hay respeto, se vive mucho en una convivencia en la que cada uno guarda su intimidad.
P. Una vida dedicada a atender a la mujer. ¿Qué carencias en la atención a la mujer encontró en el inicio de su carrera?
R. ¿Carencias de la mujer? Todas. La mujer tenía una asistencia como la que tiene el hombre, cuando no es igual. La mujer necesita una planificación familiar que no existía, se quedaba embarazada sin querer. Ahora también se quedan embarazadas sin querer pero los medios están a su alcance. La mujer antes estaba totalmente desprotegida: si se quedaba embarazada sin querer, se hacían abortos peligrosos –en los que muchas morían- o se tenían que ir a Londres o Portugal a buscarse la vida. La mujer tenía hasta 10 hijos y estaba continuamente embarazada. Fue cuando mi maestro José María Bedoya decidió empezar a hacer los bloqueos de trompas y la vasectomía, que los hacíamos en la clínica de Fátima y semigratuito. Creo que en aquel tiempo se cobraban 15 pesetas porque era lo que costaba la anestesia, había una hucha y se echaba la voluntad. Y después se empezó a atender la menopausia, porque parecía que la mujer una vez que se le iba la regla ya no tenía derecho a nada. Pero es que le queda la mitad de la vida, y sigue siendo mujer. A la mujer le faltaba todo. No tenía ni una pastilla anticonceptiva al alcance.
P. La planificación familiar era en un inicio algo perseguido, y se les ocurrió montar un servicio semigratuito además. Se la jugaron mucho.
R. Fue muy complicado, y fue posible porque teníamos el resguardo de Don José María Bedoya, que era el catedrático de Ginecología en el hospital y nuestro jefe. También nos ayudó el Ayuntamiento, que nos puso los locales para poder abrir centros en Rochelambert, Macarena, Triana, luego San Juan de Aznalfarache, Camas… Y después empezamos a viajar con un 600 que tenía Don José por todas las provincias. Hablábamos con los ayuntamientos y, los que eran partidarios, facilitaban. Se hacía todo de una manera un poco enmascarada, pero la mujer iba a que la atendieran y, como la protección de datos existía, lo llevamos bastante bien. Así se organizaron los primeros centros de planificación familiar adaptados a la Seguridad Social, que los primeros de España fueron en Andalucía. Después seguí atendiendo a la mujer en la calle Fabié, cobrando poquito, pero cobrando ya.
P. Se sumó a los valores del Doctor Bedoya. ¿Qué aprendió de él?
R. Era una persona muy humana. A mí me enseñó a tratar. Porque en la Facultad de Medicina te enseñan toda la medicina del mundo muy bien, pero cómo tratar a la persona que tienes delante no te lo enseñan. La empatía, el conectar con la mujer y dejarla hablar, que te cuente como si estuviera confesando –porque al final los ginecólogos somos de cabecera, y la mujer se identifica mucho sobre todo si es una mujer-.
P. Han cambiado los tiempos y han cambiado las propias mujeres. ¿Cuáles son sus problemas en el siglo XXI?
R. El avance es que la mujer ahora es mucho más independiente que antes, muchísimo más. A la mujer, la niña que venía antes, tú le explicabas los métodos anticonceptivos y lo primero que te soltaba era “lo tengo que consultar con mi novio” o “lo tengo que consultar con mi marido”. Por mucho que les explicaba que ni su marido ni su novio eran los que sufrían el embarazo. Y sobre todo si es novio, que en aquel tiempo se quedaba embarazada y salía pitando, y la otra se quedaba con el marrón encima. Pues no había manera, eran totalmente dependientes de la pareja. Ahora no. Ahora vienen muchísimo más independientes, aunque hay una porción de la juventud que me parece que está volviendo atrás.
P. ¿Por qué?
R. Porque están empezando a soltarme otra vez lo de “lo tengo que consultar con mi pareja”. Va en la línea de los problemas que está habiendo con los móviles del acoso de la pareja a ella, queriendo que esa mujer sea suya y propia. Quizá las redes sociales tengan culpa de todo eso y podemos dar un pasito atrás. Espero que no, porque la independencia de la mujer ha sido un gran logro, incluso en la manera de afrontar su sexualidad. Yo ya lo pregunto en la historia: ¿Eres heterosexual, homosexual, bisexual?. Antes te lo imaginabas, pero ni lo preguntabas ni ellas te lo contaban. Ahora yo lo pregunto directamente, porque son problemas diferentes los que tiene cada una y tienes que empatizar con ellas para poder solucionar esos problemas. Antes todo eso estaba oculto, y había muchos problemas de mujeres que venían y, aunque tenían pareja, no habían tenido relaciones sexuales en toda su vida porque se habían casado con un homosexual. También había muchas infecciones de transmisión sexual que ahora están muy controladas. Pero hemos avanzado.
P. Tiene la clínica frente a la Capilla de los Marineros y en el antiguo taller de Borrero. ¿Qué le transmite este espacio?
R. Hay mujeres que vienen y dicen que han vivido aquí. Porque antes de ser el taller de Juan y Paco era una casa de vecinos. Yo ya tengo nietas de mis primeras mujeres, a las que estoy atendiendo. Es una casa muy entrañable, te da mucho calor: Un patio de vecinos primero, luego un taller de orfebrería de los mejores. Es una casa que te da mucho cariño.
P. Este año se ha hablado más de la Sanidad que nunca. Ha tenido que venir una pandemia y detener el mundo para pararnos a pensar en el trabajo de los sanitarios. ¿Se nos olvidará todo esto?
R. Espero que no, porque ha sido y está siendo muy duro, esto no ha terminado y este ha venido para quedarse. Vamos a tener más vacunas, una detrás de otra, vamos a tener que aprender a convivir con esto y vamos a tener que aprender a vivir con la mascarilla muchas veces o acostumbrarnos a entrar en sitios como hospitales con ella. Esto nos ha enseñado mucho, pero también nos ha perjudicado mucho, porque nos va a hacer un poco más distantes de los demás y está creando muchas fobias. Hay muchas mujeres que te dicen que les da miedo salir de casa, recibir a mucha gente, que huyen de las grandes reuniones familiares. Entonces tenemos que dar otro giro a nuestra vida, pero seguir viviendo tomando todas las precauciones y poniéndonos todas las vacunas que sean necesarias. Respetando y guardando nuestra libertad y la de los demás se avanza siempre.