Ayer conocíamos la decisión del Gobierno Municipal de nombrar Plaza Oliver de Triana a ese espacio donde confluyen Clara de Jesús Montero, Procurador, Marcos Hiráldez Acosta y Manuel Arellano; ese lugar que es uno de los puntos más importantes donde aún se conserva gran parte de la vida de barrio y de la idiosincrasia trianera.
Y es que los que nos hemos criado en esa placita (no tenía ningún nombre, porque para nosotros era “la placita”) la hemos conocido de una manera que no tiene nada que ver con lo que es en la actualidad. Lógicamente, estaba el ficus en su pleno apogeo. Pero además, ocurrían otras muchas cosas. Su configuración era totalmente diferente y, también, algunas cosas de su día a día.
Antes no existían zonas de juegos infantiles y los bancos, como muchos recordarán, estaban dispuestos de otra manera. Se encontraban al fondo de la placita, en la parte más cercana al Hotel Triana, colocados entre los árboles. Además, había una estructura formada por cuatro pilares y una parte inferior elevada, así como un techo de cemento, que servía de cobijo para aquellos indigentes que necesitaban pernoctar, donde hacían todo tipo de necesidades. Sí… Que eso no daba muy buen olor.
¿Que no había parques infantiles? Los niños jugábamos igual. Era casi todo explanada entre los árboles del fondo y el ficus. No estaba tampoco el monumento a Naranjito de Triana. Pero aquí pegábamos balonazos usando las farolas como guía para tener de referencia unas porterías. La higiene y el ambiente de la zona no eran como para tirar cohetes rocieros, aunque hoy en día tampoco es que sea Disneyland París. Porque al fin y al cabo, mi Triana es un barrio y tiene, como todos los barrios, las cosas de los barrios.
Es necesario destacar, y no ha de ser menos, el Bombete. Muy conocido por todos en Triana, lleva aproximadamente diez años abierto en pleno corazón de la placita. Un local diferente, auténtico y trianero, lugar de encuentro que en su momento y, con el paso de los años, ha ido modificando para bien el día a día de este espacio del barrio.
Aunque para casi todos los que hemos vivido la evolución de este lugar emblemático de la Cava de los Civiles nos va a resultar muy difícil, o imposible, referirnos con el nombre Plaza Oliver de Triana a la placita, la persona que a partir de ahora dará “nombre oficial” a dicho espacio es alguien muy especial. Es más, se trata de un referente musical para este servidor que, a su vez, ha crecido en la propia placita que llevará su nombre. Así, la modificación del callejero parece acertada de entrada.
Uno de los principales exponentes de la Soleá de Triana paya era el referido Manuel Oliver, así como Naranjito de Triana (que tiene un monumento en la placita protagonista), Antonio “El Arenero”, Paco Taranto (algo posterior) y tantos otros. Conocido como Oliver de Triana en los ambientes flamencos, este cantaor nació en su barrio en 1906 y murió en el mismo en 1989.
La definían como más “dulce”, melódica o personal. A grandes cantaores, como Antonio Mairena, les chirriaba. Pero su legado perdura hasta la actualidad; la soleá alfarera, la del Zurraque, la paya… Seña de identidad indiscutible de Triana y palo esencial del flamenco. Opiniones más que autorizadas, como la de La Susi, excelente cantaora trianera nacida en Alicante, consideran la Soleá de Triana “fácil de cantar porque es muy corta” (sea paya o gitana, del Zurraque o de la Cava). Pero no hay duda de que es inmortal.
No sacó discos al mercado pero era un cantaor estupendo que se ha ganado con creces su lugar indiscutible, no solo en los cantes trianeros, sino en el flamenco en general. Y en estos vídeos musicales que acompañan el artículo, la palabra mágica “Triana” apenas se jalea en muy puntuales ocasiones. No hace falta, Oliver habla de otras historias, de letras arcaicas y populares, de las cosas de la Triana añeja sin golpes de pecho.
Javier Fernández Maeso