La pasión por la Feria de un joven le ha llevado a diseñar y producir la pulsera que este año verás en muchas muñecas en el Real. Cuenta los días para verse bajo un cielo de farolillos y pisar el albero, mientras le entrega a la ciudad su santo y seña: “La vida es la Feria de Sevilla”.
A David García se le ilumina la cara cuando escucha pronunciar las cinco letras de la palabra Feria. No lo puede evitar. Se ha metido solo en esta aventura de vestir las muñecas de los feriantes de la ciudad con alegría y lunares. “Esto no es un fregao, esto es una ilusión. Soy feriante aunque sea de Huelva, soy un pesado con la Feria con mis amigos y voy contando los días desde que termina para que empiece la siguiente. Y se me ocurrió la idea, sabía que a la gente le iba a gustar y me tiré a la piscina”, cuenta este joven que, a pesar de lo que pueda parecer, no es sevillano. Para David este es su sexto año en nuestra ciudad, a donde llegó desde Rociana del Condado para estudiar Finanzas y Contabilidad: “Soy un enamorado de Sevilla, me encanta Sevilla y espero vivir aquí por mucho tiempo”.
Cuando se pone a hablar de la Feria, se pone hasta nervioso. Para él es algo sagrado. “Me he cogido vacaciones en Feria sin problemas pero, si tuviera otro trabajo y no me dieran la oportunidad de cogerme vacaciones y me quedara sin ir a la Feria de Sevilla, lo dejaría. No me voy a privar de una semana que me hace feliz”, dice sin contemplaciones. No en vano su pulsera lleva en los extremos la que es su manera de ver la vida: “La vida es la Feria de Sevilla”. Una pulsera de lunares y flamencas que tiene un precio de 2 euros y que vende a través de su perfil de Instagram (@davilodivaio4).
En David la sonrisa no es una opción o algo ocasional, es una forma de vida. Mientras cuenta cómo ha pasado de servir copas a ser camarero, o cómo la constructora en la que trabajaba quebró con la crisis, la sonrisa siempre es franca y contagiosa. Amar la Feria no significa ser un vividor, estudia y trabaja al mismo tiempo. Esa sonrisa dice que será la misma que le saldrá cuando vaya a pedirse “una jarra de rebujito a la barra de una caseta y veo a un desconocido con la pulsera puesta”. “Ya hay desconocidos que me están escribiendo por Instagram para comprarla, y se la he hecho llegar a gente que tiene muchos seguidores regalándosela”, explica. Para entregar ya tiene una lista de más de 100 personas, a las que buscará un hueco para dársela en mano en los descansos en los que el trabajo como encargado en un restaurante de Luis Montoto le dé una tregua.
Y puede que se convierta no solo en un recuerdo que ver palidecer en la muñeca de los sevillanos, sino que la pulsera empieza a tornarse un recuerdo para aquellos forasteros que queden deslumbrados con el cielo de farolillos. “Hoy me ha escrito un chico de Sevilla que dice que vienen unos amigos de Valladolid a la Feria, y que quiere que sus amigos se lleven las pulseras como recuerdo de estos días”, dice orgulloso. Ahora, cuenta los días con la ilusión de una vida con banda sonora de sevillanas y alegría que dure todo el año. Y hace suya la proclama que ocupa la parte central de la pulsera: ¡En la Feria hay que morí!.
Miguel Pérez Martín