En vísperas de la festividad de la Virgen del Carmen, no encuentro mejor momento para contaros la historia de uno de los lugares más populares del barrio de Triana, aquel que al pasar por delante de su verja muchos trianeros siguen santiguándose mentando ‘En el nombre del padre’. Ese es el resultado de unir devoción y arte con la Virgen del Carmen, una capilla que custodia a su virgen en pleno Puente de Triana.
La Capilla o ‘Capillita’ del Carmen, como muchos vecinos la conocen, se encuentra situada en el comienzo del Puente de Triana, saliendo desde la plaza de Altozano. Allí, junto al Mercado de Triana, se levanta esta obra del arquitecto Aníbal González hacia el año 1928. La capilla fue construida para alojar en su interior un cuadro de la Virgen del Carmen, datada entre el siglo XVI y XVII de un valor más devocional que artístico. Esta obra anónima, sencilla pero carismática, nos presenta a una Virgen vestida con el hábito carmelita y portando en la mano derecha un escapulario de su advocación, sobre su regazo, apoyado en el muslo izquierdo se sitúa el Niño Jesús, ambas figuras con semicoronas de plata.
La propia historia de la imagen de la Virgen del Carmen está ligada a la de puente desde sus inicios, pues el lienzo estuvo colocado en un retablo que presidía la cabecera del antiguo puente de barcas. Pero, con la construcción del actual Puente de Isabel II en el año 1843, surge la necesidad de buscar un nuevo emplazamiento para esta imagen tan popular.
En 1852 se realiza el traslado de la Virgen a la Capilla de los Humeros, pero la construcción del ensanche de la rampa que servía de acceso de los tranvías a Triana terminó con la necesidad de derribar la capilla, volviendo por un tiempo a su anterior sitio al Altozano. Nuevas reformas acabó con el inevitable desplazamiento de la imagen a la Parroquia de Santa Ana en 1924. La presión del vecindario, que deseaba tener un lugar en el puente donde venerar a esta imagen, acaba con la entrega del proyecto de Aníbal González, que consistía de capilla con sacristía y campanil, al alcalde de Sevilla.
Finalmente, gracias a las donaciones de muchos ilustres trianeros se cumplió la promesa, finalizando los trabajos en 1928 y volviendo la imagen de la Virgen del Carmen a su emplazamiento original, el Puente de Triana. Este mismo año se fundó, en torno a esta imagen de la patrona de los marineros, la Hermandad de Nuestra Señora del Carmen. Para venerar y rendir culto, se llevó a cabo la restauración del propio lienzo, ennegrecido por el paso de los años, a manos del pintor Juan Antonio Rodríguez Hernández. Como es lógico la titular de la hermandad no procesiona, siendo la talla de la Virgen del Carmen que posee la hermandad desde los años noventa, la que lo hace en sus fiestas y recibe cultos anuales en la Parroquia de la O.
Con el paso de los años dicha corporación religiosa ha pasado por muchos altibajos, momentos duros que casi la llevan a su desaparición, pero tras la tempestad llega la calma y, en la actualidad, después de 75 años es una de las hermandades de gloria que más devoción despierta entre los sevillanos contando con 300 hermanos. Además de la imagen titular y la talla de la Virgen, la hermandad posee un magnífico simpecado bordado en estilo rocalla por Manuel Rodríguez Ojeda, que se encuentra depositado en un altar de la Parroquia de la O.
Centrándonos en la descripción arquitectónica de este capilla situada en la frontera entre Triana y Sevilla, hay que decir que, al igual que en la Plaza de España, Aníbal González colaboró en este proyecto con el ceramista Emilio García García. El resultado es un pequeño y pintoresco edificio de ladrillo visto y cerámica trianera compuesto de dos cuerpos, la capilla que acoge la imagen y el campanario octogonal.
En los azulejos de la cúpula de la capilla se representa el escudo carmelita, rematándose con un templete en el que están representadas Santa Justa y Rufina junto a la Giralda de Sevilla. Dato curioso es la similitud que existe entre la cúpula de esta capilla y las de la Plaza de España, cosa que no es de extrañar siendo obra del mismo arquitecto. Para darle culto público, se cerró la capilla con una puerta de reja acristalada, lo que permite tener un altar permanente a la Virgen a la vista de todo aquel que pase ante élla, la misma que despide a los trianeros a la salida del barrio y saluda a los que en él se adentran.
R.T.