Los amantes del Puente de Triana

fotoCuenta una vieja historia que el Puente de Triana fue testigo de un amor sin precedentes, un amor que era fuerte como las piedras que sustentan el puente, un amor que se selló eternamente a medias entre Triana y Sevilla. Como leyenda que es, guarda el misterio de ficción o realidad, pero lo cierto es que a lo largo del tiempo ha permanecido arraigada a los pilares del Puente de Triana.

Hace muchos años, en la antigua Cava de Triana, vivía una joven gitana cuya belleza y gracia enamoraba con una simple mirada. Siempre andaba canturreando por cada esquina y moviendo su larga melena suelta cuyos rizos caían por sus mejillas. Los vecinos reían con lo gitanilla de ojos grandes y rasgados, que con arte y salero paseaba alegremente por el barrio. La conocían como Trini, y todos los días cargaba su borrico de higos chumbos para cruzar el puente y venderlos en la Plaza del Pan de Sevilla.

Era para Trini el momento más feliz del día, pues a en la otra orilla del río la estaría esperando su amigo Julián, un atractivo payo de Alcalá, que le había robado los cincos sentidos. Se procesaban un cariño inmenso desde pequeños. Siempre se les veía por Sevilla felices junto al borriquillo como si ni la miseria ni los males, que por entonces Sevilla padecía, a ellos les afectase. Estar el uno con el otro era suficiente, riendo, jugando y aprendiendo de la vida. Con el paso de los años, a medida que fueron creciendo y cambiando también lo fue haciendo su amistad, que pasó a convertirse en un verdadero e infinito amor.

Ninguno se había atrevido a decir al otro lo que realmente sentía. Eran dos chiquillos que se amaban sin medida pero que se conformaban con el encuentro de cada día en el Puente de Triana. A pesar de que cada vez que sus miradas se encontraban sus corazones latían con fuerza, la inocencia de su amor no les permitía pensar en el mañana. Y así, fueron pasando los días…

Una mañana gris en Sevilla, Julián, sentado sobre una piedra, esperaba nervioso ver venir a Trini pregonando su mercancía. Ya entraba el mediodía y su impaciencia aumentaba, por algún motivo que se le escapaba la joven no había aparecido todavía. Preocupado por su ausencia, decidió cruzar el puente y adentrarse en Triana. Allí, encontró a la morena de ojos negros llorando sin consuelo, iba descalza, con el pelo alborotado y sus ojos estaban hinchados y rojos de tanto sufrimiento. Él, inconsciente de lo que realmente sucedía, se acercó a limpiarle las lágrimas que resbalaban por sus rosadas mejillas. En su camino se cruzó la madre de Trini, y con voz quebrada se acercó a Julián y le dijo que se marchara, que su hija desde su nacimiento estaba prometida con otro gitano de la Cava.

Pálido se quedó, su respiración por unos segundos se cortó. Pensaba que aquello que presenciaba era tan sólo un mal sueño. Pero, nuevamente la voz de la madre le trajo a la más cruel de las realidades. «No vuelvas por aquí, es mejor que olvidéis vuestra amistad y sigáis vuestro camino sin mirar atrás», le sentenció la gitana. Julián, con el alma rota, la miró a los ojos y se volvió sobre sus pies sabiendo que sería la última vez que cruzarían la mirada. Trini que seguía llorando, se arrodilló a los pies de la madre suplicándole que al menos la dejara acompañarle hasta el Puente de Triana.

El dolor que sentía la madre al verla así fue motivo para que le diera permiso y accediera a la súplica de la hija, al menos sería su último deseo. Juntos, esta vez sin borrico, sin higos y sin alegría, caminaron despacio hasta el puente, sus manos se entrelazaron y con paso lento y en silencio se encaminaron al Altozano. Sólo hablaban las miradas, pues no querían que nada estropease aquel momento. A mitad del Puente, sus pasos se pararon en seco y uno frente al otro se dieron su primer y último beso. El tiempo se paró para estos dos jóvenes enamorados que con un beso sellaron su amor para siempre. Nadie les volvió a ver. Abrazados con fuerza y sin mediar palabra se tirarón por el puente.

Desde entonces, el Puente de Triana guarda el secreto del amor incondicional que estos jóvenes sentían y como ellos, en silencio, esconde hasta nuestros días la historia de estos dos amantes eternos.

 Sonia Saco

(Fuente: http://letrasdelsentimiento.blogspot.com.es)

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