Los nombres de las calles: Alfarería

azulejo
Azulejo que engalana la calle Alfarería.

Cada día paseamos por ellas, son parte de la columna vertebral de nuestro barrio y las venas de Sevilla. Conocemos sus rincones, recovecos, cuando giran o dónde se cortan y nos llevan a nuestra casa, a nuestro bar preferido o al comercio de confianza, pero ¿Sabemos quién eran realmente los protagonistas que le dan nombre a las calles de nuestro barrio? En Triana al día vamos a ir presentándolas una a una.

La calle Alfarería, nuestra calle Alfarería , unos adoquines que el trianero pisa casi a diario, una vía de 700 metros que conecta la calle San Jacinto con la Ronda de Triana, pulmón del barrio arrabalero en los últimos años por su alta actividad inmobiliaria -no son pocos los que han elegido esta histórica arteria sevillana para comenzar una nueva vida en pareja, por ejemplo-, hoy conoceremos cuáles son los orígenes de Alfarería, su evolución a lo largo de la historia hasta nuestros días.

Si algo caracteriza a la calle Alfarería son sus patios vecinos o corrales. Casi todo el recorrido de la misma está escoltado por estas entradas en cuyo interior podemos encontrar patios con una fuente en el centro, a su alrededor y bordeando el patio sevillano se extienden los corredores de puertas, entradas a la viviendas unifamiliares en las que los vecinos conviven con el patio como nexo social comunitario. Entre todos ellos destacan los corrales del número 85, seguramente uno de los más antiguos de la calle (data del siglo XIX), o los de los números 8 y 10, construidos entre 1913 y 1914, obra del arquitecto José Espiau y Muñoz.

El nombre de la calle se debe, como no podía ser de otra manera, a los numerosos talleres cerámicos que conviven cerca de la misma. Ya sabemos que Triana convive con la mejor tradición de artesanía de la ciudad, una actividad que siempre ha estado vinculada al barrio. Y es que el hecho de que la mayor concentración de alfareros de la ciudad se asentase en este lugar dio como resultado el bautizo de la calle como Alfarería, un nombre que le viene como anillo al dedo.

No obstante, esta elección tampoco es aleatoria. Existen varios condicionantes que favorecieron la concentración de alfareros en esta zona de la ciudad. Primero, su proximidad al río Guadalquivir, el mayor proveedor de materia prima para este sector, arcilla y agua. La situación ribereña del arrabal favorecía el transporte de mercancías y también servía para surtir al alfarero, que lógicamente, eligió esta ubicación para llevar a cabo su negocio con mayor comodidad.

En segundo lugar, la posición periférica de Alfarería con respecto al antiguo núcleo urbano -entiéndase el centro como la urbe-, ya que los humos que desprendían los hornos de los alfareros propiciaban una localización periférica para los mismos. Ahora bien, se trata de un negocio que siempre ha funcionado; no en vano, todavía en nuestros días son muchos los sevillanos que eligen algunos de los talleres aún existentes en la zona para comprar cerámica.

Igualmente, la baja densidad de población en la Triana de la época favorecían también el auge de esta profesión. No hay que olvidar que los alfares necesitaban grandes superficies para la elaboración y posterior almacenaje de sus manufacturas. La consolidación del sector se produjo definitivamente en el siglo XIX cuando se asentó la Fábrica de Pickman en La Cartuja (1841) y Sandeman McDougal en San Juan de Aznalfarache, dos vértices cercanos que se unían con Triana a través del río. El negocio por entonces ya estaba más que asentado. No es casualidad que en Triana hayan vivido los más célebres ceramistas de nuestra historia.

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Marifé de Triana vivió durante varios años en la calle Alfarería.

Sin ir más lejos, en el número 23 de la calle Alfarería podemos encontrar la fábrica de Cerámica Montalván, un antiguo taller reconvertido por Manuel García Montalván en una gran casa para artistas. Justo al lado, en el número 21, se encuentra la casa que Juan Talavera de la Reina construyó para Montalván. Se trata de uno de sus primeros vecinos ilustres, aunque si hay una vecina conocida en esta calle esa es la tonadillera Marifé de Triana. Desde su muerte en Benalmádena a los 76 años a comienzos de este 2013, una rosa y un crespón negro la recuerdan en una placa de cerámica situada en el número 94 de la calle, justo enfrente de la casa en la que residió durante algunos años.

Más allá de su indudable tradición artesana, los nostálgicos asocian el nombre de esta calle al emplazamiento del antiguo cine Alfarería, un lugar mágico que nació a finales de los años 40 y que se convirtió en una sala de referencia para los trianeros hasta 1978. Nuestros mayores siguen recordando emocionados las veladas que se celebraban aquí en la década de los 50, pocos olvidan a la banda Tropical, la encargada de amenizar aquellas fiestas o los festivales artísticos de primavera organizados por el Ministerio de Información y Turismo.

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Imagen del antiguo cine Alfarería.

Asociado desde entonces al arte del flamenco, grandes artistas como Enrique Montoya, Antoñita Moreno, Emilio del Moro o la Niña de Antequera deleitaron a Triana entre las paredes del cine Alfarería. Todos recuerdan aquellas tardes de cine con sus bombillas de colores o el bar de fuera en el que el pollo frito se convertía en el menú del día.

Sin embargo, el Alfarería terminó perdiendo relevancia con el paso de los años después de que el 1975 el Ayuntamiento expropiase el terreno, por lo que la sala terminó convirtiéndose en un cine exclusivamente de verano hasta que en 1978 se decidió ubicar en el Mercado de Triana. Hasta hace unos años aún se conservaba el letrero en la fachada, hoy ya no queda ni rastro de lo que fue. Y es que el paso del tiempo es lo que tiene, que todo queda únicamente en la memoria de los que lo vivieron, aunque todavía tienen la oportunidad de pasear por la estrecha calle que le dio su nombre para recordar que aún hoy sigue siendo uno de los mayores valores que posee Triana.

J.M.C.

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