Cada día pasamos por ellas, son parte de la columna vertebral de nuestro barrio y las venas de Sevilla. Conocemos sus rincones, recovecos, cuando giran o donde se cortan y nos llevan a nuestra casa, a nuestro bar preferido, o al comercio de confianza, pero ¿sabemos quiénes eran realmente los protagonistas que le dan nombre a las calles de nuestro barrio? En Triana al día vamos a ir presentándotelas una a una.
En pleno corazón de Triana, se levanta una estrecha calle que guarda el encanto del antiguo arrabal de Triana. Una calle que rinde homenaje a una figura épica, protagonista de muchas leyendas y batallas, que por su labor incansable durante la Reconquista, en especial la de Sevilla, tiene un lugar privilegiado en la historia de España y en especial de nuestra ciudad. Por su gesta y su entrega, Triana le rinde culto a su manera, con un azulejo que recuerda su nombre, Pelay Correa.
Pelayo Pérez Correa, popularmente conocido como Pelay Correa, nació en Portugal hacia el año 1205. Su niñez no fue difícil, ya que a pasar de la miseria que asolaba a la península en el s. XIII, Correa se crió en el seno de una ilustre y religiosa familia portuguesa. Por su profunda devoción a Dios, a muy temprana edad marchó a Castilla, donde ingresó como caballero en la Orden de Santiago. Comienza aquí su andadura militar y el principio de una larga vida marcada por célebres hazañas y reconocidos méritos.
Tras la conquista de varias posesiones árabes del sur, como Mértola y Ayamonte, se le sitúa en 1242 en Mérida. Ciudad donde fue nombrado Gran Maestre de la Orden de Santiago, sucediendo así a Rodrigo Íñiguez y pasando a estar al servicio de Fernando III de Castilla y de su hijo, el futuro Alfonso X el Sabio. Ese mismo año se le atribuye la conquista de Chinchilla de Monte-Aragón y, posteriormente, de Cartagena, Lorca y Mula. Aunque uno de sus mayores logros estaría por llegar.
Hablamos de un hito que marcaría su carrera militar, la Reconquista de Sevilla en 1.248 con la toma de la Fortaleza de San Juan de Aznalfarache. Pelay Correa fue el encargado de dirigir el cerco del arrabal de Triana, por entonces en manos de los musulmanes y casi inexpugnable ante la resistencia que ejercía el Castillo que salvaguardaba a la ciudad. Correa consiguió despejar el margen derecho del río Guadalquivir para las tropas del rey Fernando III, pero se le resistía la toma del Castillo, puerta que les llevaría a la conquista de Sevilla.
Sabedor de la importancia que tenía esta hazaña, sus esfuerzos se centraron en tomar la fortaleza. Así, durante el largo asedio, participó en una dura estrategia ofensiva hacia el Castillo de Triana, que tras ser objeto de continuos ataques vio como su fuerza se debilitaba, hasta que definitivamente fue tomado por las tropas de castellanas.
Con esto se pone fin a una etapa de nuestra historia, un periodo al que le debemos parte de nuestras raíces culturales, el fin de la dominación islámica de Sevilla. Por su contribución, el 22 de diciembre de 1248, mientras se hace la entrada triunfal en la ciudad, el primer estandarte que ondea bajo el cielo sevillano es el de la Orden de Santiago, y como no podía ser menos, a manos de Pelayo Pérez Correa.
A la edad de 70 años, ya anciano y débil por la cantidad de guerras libradas, fallece en Uclés (Cuenca). Tiempo después, por orden de los Reyes Católicos, sus restos fueron trasladados al Monasterio de Tentudía, en la localidad pacense de Calera de León. Encontramos aquí uno de los puntos más turbios de la vida de Pelay Correa, dada la duplicidad de sepulcros que dicen velar por sus restos. Según documentos históricos, en el s. XVIII trasladaron su cuerpo a Tavira (Portugal), donde le dan sepultura en la iglesia de Santa María del Castillo, pero existen algunas fuentes que piensan que sus restos no descansan allí, sino que siguen yaciendo en el Monasterio de Santa María de Tentudía. Véase cómo en la hemeroteca del periódico ABC, el 2 de noviembre de 1955, se menciona este extraño hecho y se pide esclarecer el singular misterio que le rodea. De esta manera dejamos en el aire el fin de la historia de este gran personaje, que firma con su espada la leyenda y que, para el resto de sus días, posee varios sepulcros donde rezar por él.
R.T.