Tras un Jueves Santo radiante, en el que el tiempo al fin respetó a las hermandades sevillanas, la Esperanza de Triana ha devuelto esta noche al barrio trianero el olor a incienso desaparecido desde que San Gonzalo volviera a su templo el pasado Lunes.
Con una calle Pureza en la que no cabía un alfiler, un emotivo canto del coro de Julio Pardo a las puertas de la Capilla de los Marineros anunciaba el inicio de una noche mágica que, sin embargo, acabó con mal sabor de boca.
Pasadas las dos de la mañana, la Cruz de Guía de la Esperanza saludó a Triana. El Cristo de las Tres Caídas aguardaba en su templo, paciente, impasible, pero deseoso de cabalgar por sus calles. Y Triana se hizo suya. Con un respetuoso silencio y el izquierdo por bandera, el Cristo de las Tres Caídas pisó la calle poco antes de las tres de la mañana, con una salida triunfal que levantó los aplausos de aquellos que llevaban horas esperando a sus puertas.
Pero el momento grande de la noche aún estaba por llegar; los sentimientos, intensos desde el primer minuto, florecieron de golpe cuando al fin la Trianera asomó por la calle Pureza. Al grito de «Trianera, ¡guapa!», la Señora de Triana se entregó a su barrio, y éste a ella en cuerpo y alma.
La Esperanza de Triana estaba en la calle, ya sólo quedaba mirar al cielo con desconfianza. Un recelo que se acrecentó cuando las primeras gotas de lluvia sorprendían al ‘Caballo’ en Reyes Católicos… Triana lloraba su partida. Falsa alarma, que sin embargo sirvió de precedente a la que se iba a venir encima.
Depertaba ya Sevilla cuando, sobre las siete de la mañana, un intenso aguacero descargaba sobre los Señores de Triana, sorprendiendo al palio mientras enfilaba la Avenida de la Constitución. Era un riesgo que se corría, y los peores augurios se cumplieron.
La Catedral dio cobijo a una empapada Esperanza de Triana, y allí permanecerá hasta que el tiempo le permita volver a su casa -algo previto para mañana sábado-.
La lluvia hizo presencia y estropeó una noche emotiva, sentida, cofrade, en la que Triana volvió a enamorar a Sevilla… En la que la Esperanza de Triana hizo una apuesta arriesgada que, a pesar del desenlace final, mereció la pena.
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E. A./G.M.
Fotografía: Alonso Pérez/R.T.
