El Rosario de la Aurora de la Esperanza de Triana ha dado grandes momentos para el recuerdo, con la Reina de Pureza pasando por calles por las que no había transcurrido nunca. Pero uno de los lugares donde ha sido una verdadera celebración ha sido en los Salesianos, donde un clamor en rosa y celeste aguardaba a la dolorosa.
Muy temprano, en torno a las nueve de la mañana, alcanzaba la Virgen de la Esperanza el templo salesiano. Antes, ya se habían desatado las lágrimas y la alegría cuando la dolorosa se había adentrado en la capilla en la que se había puesto cara a cara con el Simpecado, joya devocional de Triana que cada primavera se pone en camino por las arenas. Allí, la Salve había sido la protagonista para recibir a la Esperanza.
Pero otro sitio donde hace años no habrían ni soñado con esta estampa era en los Salesianos. En Condes de Bustillo esperaban los que han vivido en las aulas salesianas y que tienen en ‘la Sentaíta’ un faro con el que guiarse. La Esperanza cruzaba el umbral de la puerta y en el interior del templo esperaba una cascada de celeste y rosa. A modo de colgaduras, desde la hornacina central de María Auxiliadora caía una especie de telón barroco en los colores salesianos para dar más empaque al conjunto. La virgen salesiana aguardaba también con un detalle en su pecho: la medalla de la Esperanza de Triana que simbolizaba que la dolorosa era más que bienvenida.
Como colofón de esta visita, los salesianos han querido dejar un detalle en el templo para recordar esta mañana de domingo para siempre. Antes de que la Esperanza abandonara el templo, se ha descubierto un azulejo con las efigies de ambas vírgenes en las que se recuerda ese domingo de septiembre en el que se miraron a los ojos. Un símbolo para recordar este día, que abre la puerta al clamor que será la salida extraordinaria a la Catedral del próximo mes de noviembre.
R.T.