Vega 10: Un tapeo colorido y cosmopolita junto a Plaza de Cuba

Con una carta más que variada y las puertas abiertas a vegetarianos y veganos, Vega 10 es un sitio de tapeo diferente.

Tiene un poco de aquella Alameda de antaño -no la de la prostitución y la droga a tutiplén, la de después-, con sus paredes coloridas y su carta mestiza, en la que lo mismo cabe un salmorejo que una crema guasacaca, una caña de lomo que un humus. Estuvimos probándolo este domingo y esto es lo que nos pareció.

Vega 10 (Rosario Vega, 10) no tendrá el nombre más original del mundo, pero muchas veces vale más centrarse en lo que sirves que en pensar un nombre pretencioso que luego no conduzca a ninguna parte. Con vistas al azulejo de la Estrella que está en la esquina de Pagés del Corro, decidimos empezar con algo fresquito, que en la calle hace fuego. El tartar de salmón y mango con cilantro es una propuesta refrescante y sabrosa, con unos colores llamativos y una estimulante percepción de la que tiene mucha culpa el dulzor del mango y el sabor potente del cilantro. Un gran comienzo.

Para seguir, decidimos apostar por algo más tradicional, y nos lanzamos a las papas arrugás con mojo panca. ¿Que eso del mojo panca qué es? Pues es un mojo en el que se ha utilizado el ají panca, de origen peruano. Las patatas están bien cocidas y el mojo es brillante y sedoso. Eso sí, pica. Si no te gusta el picante, desde luego que este no es tu plato. Pero después de la suavidad del mango en el plato anterior, este supone una ruptura interesante.

Continuamos con uno de esos platos que no podemos dudar que sean de aquí: croquetas. Y haciendo más patria aún porque son croquetas de caña de lomo. El aspecto casero siempre da confianza, y en este caso lo tienen. Una coraza no muy gruesa pero crujiente y un interior cremoso pero sin llegar a ser líquido. De potencia de sabor, muy conseguidas. Se notan las especias de la caña de lomo y ese sabor que nos lleva a las grandes celebraciones que en Andalucía llevan el apellido ibérico.

Tras las croquetas, empezamos con los platos internacionales y llega la pastela marroquí. Maravilla de masa crujiente y finísima, dorada pero no quemada ni empapada por los jugos del relleno, algo que suele pasar a menudo con este tipo de platos. El sonido al partirla es de esos que te reconcilian con el mundo, y el relleno de pollo y verduras está rico y sazonado, aunque quizá podríamos achacarle que el pollo podría estar más jugoso. La pastela viene sobre una cama de cuscús, que se agradece que no sea la típica «cosa puesta en el plato porque había que rellenar». El grano está suelto y sabroso y las verduritas que lo acompañan casi caramelizadas, ni sofrito pasado ni crudité que no viene a cuento.

El siguiente plato es la arepa, que está rellena de cerdo deshilachado y con una salsa bien sabrosa. Puede parecer que la arepa, como los montaditos, la hace cualquiera. Pero cualquiera que haya probado arepas sabe que es muy fácil hacer una masa que quede grasienta y gorda, de las que piden tener un vaso de agua a mano. En Vega 10 la arepa es más pequeña de lo normal pero viene bien rellena y la masa crujiente es mucho más fina que en otros lugares y bien crujiente, haciendo de este bocadillo algo equilibrado.

Para terminar, pedimos el salmorejo con bacalao ahumado (que está bueno, sin más) y el magret de pato. El magret, sinceramente, no es para tirar cohetes, un poco anodino. Se deja comer, pero no tiene nada que ver con los sabores intensos de todos los platos que lo han precedido. Pero como no puede eclipsarse una buena experiencia por un final un poco soso, os diremos que la experiencia es grata, el ambiente agradable y la comida bien sabrosa. Una propuesta interesante para salirse del tapeo de siempre, estimular el paladar y pasar del dulce al picante y del amargo al salado en pocos minutos y sin levantarse de la mesa.

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