Y el río se hizo mar para la Virgen del Carmen

El mayor amante de la Velá es el calor. Así es cada año. Si hay alguien que no quiere perderse nunca los ‘días señalaítos’ ese es el sol de Justicia. El astro rey caía a plomo sobre los tejados del arrabal cuando la Virgen del Carmen llegaba al Paseo de la O tras haber tenido que adelantar su salida a las 18.30.

Pantalones cortos y abanicos en las puertas del embarcadero. Alguna camiseta de tirantas también. Los representantes de la marina sudando la gota gorda con los uniformes, como la gente que a esa hora esperaba en la puerta de la Parroquia de Santa Ana para que diera comienzo una boda o la niña de comunión que esperaba en la puerta de la Capilla de los Marineros.

Mientras el paso de la Virgen del Carmen reposa junto a los restos de los muros de la antiguas almonas, cualquiera se atreve a colarse en la cola del catamarán que llevará a los hermanos del Carmen del Puente en el recorrido fluvial. Todos con su papeleta de sitio en la mano vaya a ser que se queden en tierra. Mientras, en el paso uno de los ramos de candelabros de cola empieza a aflojarse y a desfallecer. Podría ser el calor, pero quizá es un tornillo que se ha aflojado (los candelabros son móviles para que la Virgen del Carmen pueda ser bajada del paso con más facilidad).

Empieza el embarque del catamarán mientras la gente mira hacia el embarcadero y se pregunta cómo va a pasar la Virgen hasta la plataforma si cada acceso al pantalán tiene un arco metálico insalvable. Por eso han adelantado la salida, porque los costaleros tienen que ponerse haciendo un pasillo en el pequeño terraplén que va hasta el agua para que la Virgen esquive el arco y también unas ramas de los árboles hermosas que cuelgan en dirección al río.

El pequeño (o no tan pequeño) contratiempo llega cuando se está cerrando ya el acceso al catamarán. Aforo completo. Y la banda se ha quedado en tierra. ¿Ahora qué? La banda mira algo incrédula desde el Paseo de la O a un barco que está retirando la plataforma y que se dirige al interior del Guadalquivir. En la planta alta del catamarán hay nerviosismo. Algunos dicen que han enviado un barco más pequeño de lo que se había prometido. La delegada del distrito descuelga el teléfono y pide a la empresa de los barcos que reposan a los pies de la Torre del Oro que envíen otro más para que la banda pueda acompañar a la Virgen del Carmen. Mientras, la plataforma de esta se mueve en el centro del río quitándose del camino de otras embarcaciones que pasan por debajo del Puente de Triana.

Una media hora tardará el barco que viene a recoger a la banda, pero los que miran desde el puente están contentos porque nunca han visto a la Virgen tanto tiempo en ese punto del río. El nuevo barco llega y la banda se sube en él ocupando toda la planta alta del mismo. Ahora sí. Mientras la comitiva de la Virgen del puente y los dos catamaranes recorre el río, los invitados de una boda en Abades Triana flipan bastante. Desde la terraza fluvial no paran de saludar a la gente de los barcos y de hacer vídeos con los móviles copazo en mano.

Nosotros, por primera vez desde el barco, intentamos retransmitir en directo una procesión fluvial que durará más de una hora con paradas en los clubes ribereños de la ciudad: Labradores, Mercantil y Náutico. Los socios esperan a la Virgen del Carmen para cantarle, rezarle, ofrecerle ramos de flores y hasta acompañarla con las piraguas dando una estampa realmente bonita. Una pequeña armada pacífica surcando el Guadalquivir.

El momento solemne y de máximo respeto llega a la altura de la Comandancia de Marina que se encuentra junto al Acuario, donde se arroja la corona de laurel al río en recuerdo de los marineros que se fueron a dirigir las naves celestiales junto a la Virgen del Carmen. Increíble silencio mientras la corona navega luchando con el viento por las aguas del Guadalquivir ante la mirada de la Virgen.

El regreso es más tranquilo. Y más triunfal. La Virgen surca las aguas del río a buen ritmo, dejando estampas hermosas con los perfiles de las casas en ambas orillas. Hasta llegar bajo su puente, donde la espera la muchedumbre y una lluvia de pétalos de flores que tiñe de primavera el cauce fluvial. A partir de ahí, llega el desembarco -nada fácil de nuevo- y la subida al paso. Y un recorrido a buen ritmo por las calles del arrabal con el barrio entregado hasta que la Virgen vuelve a cruzar el dintel de la puerta de la Parroquia de la O. Cerrando una tarde de sabor marinero y preludio de excepción para el inicio de los días grandes de Triana, cuando la calle Betis se vuelve fiesta y la otra orilla se muere de envidia.

M.P.M.

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