Baltasar Brun de Cervera como cualquier apoderado del siglo XVII quería quedar inmortalizado en la historia, por lo que pretendía fundar un Colegio de Matemáticas, retorica y otras ciencias en Sevilla, siendo ciudad, en esta época, de gran influencia por su riqueza agrícola y ganadera, su privilegiada situación geográfica y su predominio económico.
El arzobispo de entonces, Don Pedro Niño de Guevara le concedió a Baltasar la licencia para el Colegio, a cambio éste le cedió unos terrenos en el sitio de Cantalobos, cerca del Hospital San Lázaro, para la edificación de un convento para la orden de predicadores de los frailes dominicos. Pero al ser un sitio poco apropiado y alejado de la ciudad se trasladaron a la ermita de la Candelaria en Triana, llegando a un acuerdo con la Hermandad de la Candelaria, que empezaron incumpliendo al nombrar a la ermita como lo conocemos hoy, Convento de San Jacinto.
Nuestro convento tuvo gran protagonismo entre las cofradías de Triana, albergó en 1835 a la Hermandad de La Estrella, en 1868 acogió a la Esperanza de Triana al perder su Capilla con la revolución, fue testigo de la fundación de la Hermandad de las Aguas a mediados del siglo XVIII y hasta 1982 tuvo allí capilla la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Triana.
Baltasar nunca llegó a cumplir su sueño de la creación de un Colegio de Matemáticas, retorica y otras ciencias, pero si se construyó una Cátedra de Gramática Latina, lo que conllevó al ayuntamiento de Sevilla a levantar cerca una escuela gratuita en terrenos pertenecientes a religiosos.
Carolina Bayas
