Los nombres de las calles: San Vicente de Paúl

images-2Cada día pasamos por ellas, son parte de la columna vertebral de nuestro barrio y las venas de Sevilla. Conocemos sus rincones, recovecos, cuando giran o donde se cortan y nos llevan a nuestra casa, a nuestro bar preferido, o al comercio de confianza, pero ¿sabemos quiénes eran realmente los protagonistas que le dan nombre a las calles de nuestro barrio? En Triana al día vamos a ir presentándotelas una a una.
Desde Pagés del Corro a Tejares se levanta la calle San Vicente de Paúl. Muchos habrán oído hablar de su persona, del santo que fue y de la labor tan importante que desempeñó en el s.XVII, pero hay un gran apartado de su vida que se desconoce. Su figura ha sido reconocida a lo largo de los años y, de igual modo que se le reconoció en Triana dándole el nombre de una calle, nosotros desde aquí, os contaremos la historia de la persona que hay detrás de este azulejo.

San Vicente de Paúl es una de las figuras más representativas del catolicismo  en la Francia del siglo XVII. No está muy claro el lugar y la fecha de su nacimiento, que está discutido entre Landas (Francia-15819) y Tamarife de Litera (España-1576), lo que si se sabe con seguridad es que fue el tercero de los seis hijos de Juan de Paúl  y de Beltranda de Moras y que nació en el seno de una familia humilde y rural.

La modesta condición de la familia fue el motivo por el que, a temprana edad, Vicente tuviera que contribuir, con su trabajo como pastor de ganado, en la economía de la casa. Era un muchacho inteligente y lleno de inquietudes, por lo que su padre pensó que podría servir para hacer una carrera eclesiástica. Y así fue, cursó los estudios primarios y secundarios para luego estudiar filosofía y teología en Toulouse durante siete años. Así, a la edad de 20 años, se ordenó como sacerdote, con la intención de ser párroco de inmediato y ganar dinero suficiente para ayudar a su familia.

Se le pierde el rasgo durante un periodo de 10 años, y le volvemos a situar en París con la edad de 30 años, donde por ayuda de un amigo, entró a trabajar como guía espiritual y preceptor en la casa de los señores de Gondi. Un cambio radical le esperaba a raíz de esta relación, pues comienza a viajar junto a los Gondi y a conocer de primera mano la pésima condición de vida de los campesinos y  del clero de algunas zonas de Francia. Motivo por el cual, dejó todo su mundo, su ascenso social y su trabajo para dedicar su carrera sacerdotal a la evangelización y redención de la población campesina.

Su congregación llegó a tierras lejanas, desde Polonia a Madagascar y se le atribuye, junto a Luisa de Marillac, la fundación de la Compañía de las hijas de la Caridad. Su dedicación a los pobres, enfermos, niños abandonados, soldados heridos, esclavos, mendigos, refugiados fue constante hasta el día de su muerte a la edad de los 80 años. En su entrega a los demás, movilizó a congregaciones, nobles, burgueses y gente del pueblo llano con el fin de infundirles su visión del Evangelio.

Fue tan grande la dedicación de San Vicente de Paúl a la personas más desfavorecidas que el día de su funeral, el predicador dijo estas palabras «Poco le faltó para cambiar la faz de la Iglesia». Y casi lo hizo, al menos la faz de la Iglesia que él conocía. Pues fue un hombre de Dios, pero también de los hombres, y quiso llevar a todos el amor y el consuelo que les faltaba.

S.S.

publicidad

Compartir:

Otras noticias

Comer en Triana